Las presentaciones en público siguen siendo “un caballo de batalla” bastante habitual en España. A lo largo de mi vida profesional he “sufrido” muchas presentaciones malas, bastantes mediocres y pocas excelentes. Y es que las presentaciones son un arma de doble filo: si son bien realizadas, constituyen una carta de presentación estupenda; en caso contrario, inciden directamente en tu valía profesional.

Una buena presentación requiere de habilidad a la hora de comunicar y aquí entra a jugar toda la comunicación no verbal, la habilidad de presentar ideas de forma sencilla y estructurada, la capacidad de interaccionar con la audiencia y disponer de una documentación de soporte (presentación en power point o prezzi) alineada con los mensajes que queremos transmitir. Ahí es nada, ¿no?.

Y es que ya se trate de una conferencia, una presentación a un cliente, o una presentación a compañeros de trabajo nunca debemos perder de vista nuestro propósito: comunicar. Perseguimos comunicar algo concreto a algunas personas. Esto parece una perogrullada pero cuando ves al ponente nervioso porque no controla los aspectos técnicos de su presentación o por no pronunciar correctamente (si la presentación es en un idioma ajeno), es habitual que la presentación pierda el sentido, y parezca un conjunto de ideas inconexas. Así que primera regla de oro: da igual que toda la técnica se venga abajo o que no tengamos una dicción de Oxford…nosotros bien enfocados en comunicar, que es lo que importa.

Igualmente importante es conocer a la audiencia e interaccionar con ella. Ello nos va a permitir enfocar nuestro mensaje, con un lenguaje más o menos técnico, más formal o más casual. La presentación debe mantenerse en un mismo nivel de profundidad y evitar entrar en un “sube y baja” de aspectos superficiales con elementos de detalle generando confusión y ruido. Nosotros perseguimos que nuestro discurso llegue y que los asistentes a la presentación “salgan” con las cuatro ideas claves “insertadas en su cabeza”. Por ello, comenzar con una introducción breve para ponerles en antecedentes y cerrar con las ideas clave es cierto que ayuda bastante.

Y es que en nuestra cabeza deben estar claras las ideas a trasmitir y su nivel de importancia. De tal manera que si el CEO llega tarde o los responsables de un evento nos asignan 10 minutos de los 30 que nos habían prometido, no empezamos a correr y a hablar más deprisa: re-estructuramos nuestro discurso y nos centramos en los aspectos esenciales de la presentación.

Otro elemento a considerar es el soporte del que nos valemos a la hora de presentar. Y digo bien, soporte. Porque el power point es un soporte, que recogerá las ideas e información clave y que potenciará el mensaje a comunicar, como la sal con los alimentos que potencian su sabor… pero debe ser eso, un soporte que no el centro de atención; el peso de la presentación debe residir en nosotros.

Y hasta ahora, no he entrado en la comunicación no verbal y lo he hecho con toda la intencionalidad de dejar lo difícil para el final. Podemos haber tenido en cuenta los elementos anteriores pero si nuestro lenguaje no verbal no va alineado con la presentación, no convenceremos. Nuestra comunicación verbal debe transmitir naturalidad, solidez, y control y para ello hace falta tener confianza en uno mismo. Y cuando hablo de solidez no me refiero a que seamos impositivos, no. Se trata de transmitir ese “peso específico”, ese poso de “sé lo que me hago”. Y esto que algunos parecen traerlo de serie, a otros nos cuesta unos años de experiencia y de perseverancia.

Combinar todos los elementos de una presentación con el equilibrio adecuado es un arte…pero no perdamos de vista, que es un logro al alcance de todos. Así que ánimo y a perseverar!!