Hoy en día triunfa lo “easy[1]”. Si no es fácil y supone un esfuerzo, la gente huye como de la quema…Y ojo! No me malinterpretéis; soy firme defensora de la simplicidad pero es que las soluciones simples son las que conllevan más trabajo. No hay atajos. Y si bien hay profesionales que trabajan duro para que otros disfruten de productos y servicios “easy”, hay muchos que no hacen sino buscar atajos facilones bajo esta premisa pero…¿es “easy” para ti ó es “easy” para tus clientes? (ya sean internos o externos)

Es este punto el punto de inflexión. Voilà. Ni más, ni menos.

Se ha instalado una creencia en la sociedad que si un evento ó circunstancia “no fluye” de manera natural, es que no tiene que ser…nada más equivocado. Hay un momento para intentarlo (cultura del esfuerzo) y otro para abandonarlo pero dejar de intentarlo por indolencia…eso no es “fluir”… de la misma manera que la cabezonería (nada que ver con la perseverancia) suele arribar a malos puertos.

Y es que la cultura del esfuerzo no triunfa. La simple palabra “esfuerzo” genera una especie de rechazo, de aversión…porque la cultura del esfuerzo supone plantar cara a la comodidad (tendencia natural del ser humano), caer y levantarte y no una, ni dos, ni tres…

Debiéramos entender que el esfuerzo y la perseverancia son motores. Te ponen en marcha hacia tus objetivos y te mantiene en movimiento cuando el tema se pone difícil; son músculos que cuanto mejor entrenados están, mejor soporte te proporcionan. Y esto no es un principio teórico.

Así que entrenémoslos. Porque si queremos algo, vamos a tener que ir a por ello y hacer que pase porque lo único que cae del cielo, a día de hoy, es la lluvia.

[1] Easy: Fácil, en inglés.