Seamos sinceros. Decimos que queremos cambiar pero son pocos los que integran el cambio como un elemento más de su día a día. Los cambios “a poquitos” son muy del gusto de la mayoría pero cuando el gap entre donde estamos y donde debiéramos estar crece a un ritmo demasiado rápido, estos cambios incrementales no valen. Lo que sí vale es replantearse la empresa, su modelo de negocio y si es necesario, darle la vuelta como un calcetín.

Las empresas que tienen visión y visión de futuro se embarcan en este tipo de procesos. Han aprendido a integrar la incertidumbre tratando de minimizar los riesgos y el impacto de los errores, que los habrá sin duda alguna y saben, que quedarse quietos a “verlas venir” no es una opción.

Sin embargo, todavía hay demasiadas empresas “quietas”. Hacen lo que saben, de la manera que saben y aplicando recetas que en el pasado les funcionaron. Miran a izquierda y derecha una y otra vez pero no dan un paso al frente para iniciar el movimiento. Son de la opinión que “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Esperan tiempos mejores que jamás volverán y actúan reactivamente (la pro-actividad para cambios, mejor para otros). Puede que no quieran verlo, pero han comenzado su camino de descenso.

Las empresas “quietas” no están leyendo correctamente el paradigma actual y esa miopía imprime lentitud a la hora de reaccionar. Son muchos los que buscan in extremis la ayuda externa de un consultor pero ya no tienen ni dinero ni tiempo. Otros, llegan “tocados” pero curables  y cuando les presento un proyecto integral y de futuro para re-posicionarse en el mercado escucho inexorablemente en la mayoría de los casos: “Idoya, nosotros queremos cambiar, pero no tanto…”. Será que todavía no están tan mal…cuestión de tiempo – me digo.