De un tiempo a esta parte ser emprendedor está de moda. Parece que es la solución mágica a la escasez de empleo existente hoy en día. Si tienes una buena idea, emprende, te dicen pero ¿realmente tu idea es tan buena? ¿El mercado esta preparado para recibirla? ¿Tienes capacidad para ejecutarla? ¿Tienes “madera” de emprendedor?

Las estadísticas dicen que el mayor número de emprendedores se sitúa en torno a los 40 años y tiene su lógica. El aprendizaje de años trabajando para otros constituye la experiencia más preciada para saber qué haremos y qué no haremos en nuestro negocio; hemos conocido la lógica empresarial y sus entresijos, y somos conscientes de que cualquier buena idea sin una buena ejecución se quedará en el camino.

Y no digo que no pueda haber emprendedores más jóvenes pero si el emprendimiento resulta complicado a los 40, hacerlo a los 25 puede resultar un triple salto mortal.

Y es que vemos publicados día sí y día también las historias de éxito, levantar financiación parece que sea coser y cantar y que nada mejor que ser tu propio jefe y ganar una pasta (falso mito y a la mano de unos pocos). Detrás de cada proyecto emprendedor hay muchísimo esfuerzo y dedicación, muchísima energía y pasión para caerse y levantarse y una apuesta financiera importante que conlleva grandes dosis de riesgo y de incertidumbre.

Qué ceniza! – pensarán algunos. Y yo digo que no. Defiendo que emprender es bonito, es creativo, es un reto constante y como experiencia profesional y personal es realmente enriquecedora pero si no estamos dispuestos a asumir que podemos fracasar es mejor explorar otras opciones.

 

Fotografía “structures, i” cedida por Marcelo Soria |Web Aelygon